Es mucho más difícil matar un fantasma que una realidad.
—Virginia Woolf
¡Vemos fantasmas por todas partes! Nos cruzamos con ellos en los sitios más imprevistos, algunos cotidianos y comunes, otros extravagantes e inéditos: en nuestra casa, en el museo, en el espacio público, en el centro comercial o incluso en una reunión de amigxs. Los fantasmas nos persiguen hasta dejarnos sin aliento. Viajan a menudo desde otro tiempo para recordarnos que no estamos solxs; nos vigilan desde la oscura sombra y nos asedian con su incierta presencia hasta el extremo de la psicosis. Tanto es así, que nos hemos visto en la necesidad de seguir con el tema espectral y dedicarle este segundo boletín invertebrado. Como en la primera newsletter, no se trata de poner en duda la existencia de fantasmas. Eso ya es cosa del pasado. La cuestión no consistiría en tratar de verificar si creemos o no en los fantasmas, sino en posicionarnos a la hora de discernir cómo nos relacionamos con ellos. Roger Clarke explicaba en Historias de fantasmas. 500 años buscando pruebas que, “afortunadamente, el debate se ha desviado de los esfuerzos por demostrar o desmentir la existencia de los fantasmas. Esa idea pertenece al Londres de la década de 1880. En un sentido básico, los fantasmas existen porque la gente no para de contar que los ha visto”. En su caso, su “libro no trata sobre si los fantasmas existen o no”, tal y como él mismo explica, sino que “versa sobre lo que vemos cuando vemos un fantasma, y sobre las historias al respecto que nos contamos los unos a los otros”. En nuestro caso, con este segundo boletín invertebrado, se trata de algo semejante. Sean bienvenidas aquellas personas que creen en fantasmas: quienes ven fantasmagorías temerosas y espectros de dudosa calañas pero, sobre todo, quienes tienen la determinación de, a partir de este momento, aprender a vivir con fantasmas. Adelante.
En este boletín...
Es mucho más difícil matar un fantasma que una realidad.
—Virginia Woolf
¡Vemos fantasmas por todas partes! Nos cruzamos con ellos en los sitios más imprevistos, algunos cotidianos y comunes, otros extravagantes e inéditos: en nuestra casa, en el museo, en el espacio público, en el centro comercial o incluso en una reunión de amigxs. Los fantasmas nos persiguen hasta dejarnos sin aliento. Viajan a menudo desde otro tiempo para recordarnos que no estamos solxs; nos vigilan desde la oscura sombra y nos asedian con su incierta presencia hasta el extremo de la psicosis. Tanto es así, que nos hemos visto en la necesidad de seguir con el tema espectral y dedicarle este segundo boletín invertebrado. Como en la primera newsletter, no se trata de poner en duda la existencia de fantasmas. Eso ya es cosa del pasado. La cuestión no consistiría en tratar de verificar si creemos o no en los fantasmas, sino en posicionarnos a la hora de discernir cómo nos relacionamos con ellos. Roger Clarke explicaba en Historias de fantasmas. 500 años buscando pruebas que, “afortunadamente, el debate se ha desviado de los esfuerzos por demostrar o desmentir la existencia de los fantasmas. Esa idea pertenece al Londres de la década de 1880. En un sentido básico, los fantasmas existen porque la gente no para de contar que los ha visto”. En su caso, su “libro no trata sobre si los fantasmas existen o no”, tal y como él mismo explica, sino que “versa sobre lo que vemos cuando vemos un fantasma, y sobre las historias al respecto que nos contamos los unos a los otros”. En nuestro caso, con este segundo boletín invertebrado, se trata de algo semejante. Sean bienvenidas aquellas personas que creen en fantasmas: quienes ven fantasmagorías temerosas y espectros de dudosa calañas pero, sobre todo, quienes tienen la determinación de, a partir de este momento, aprender a vivir con fantasmas. Adelante.
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